Durante mucho tiempo pensé que los sueños que llevaba dentro necesitaban ser aplaudidos por los demás, que necesitaban el reconocimiento de los demás para hacerse realidad.
Pensé que lo importante era tener público, una multitud dispuesta a aplaudir a la menor señal de conquista. Sin embargo, aprendí en el camino que mis sueños no necesitaban una audiencia, me necesitaban a mí.
Comprendí que los sueños son como semillas. Cuando plantamos, nadie ve su despertar bajo tierra, nadie aplaude su tímido brotar.
Los aplausos surgen cuando la planta ya ha crecido
El aplauso suele llegar solo cuando la planta ya está crecida, exuberante, mostrando al mundo toda su belleza y esplendor. Pero sin el cuidado silencioso, la paciencia, el amor y el trabajo diligente del jardinero, la planta nunca habría llegado a esta etapa.
Lo mismo ocurre con los sueños. Requieren nuestra atención, compromiso y dedicación constantes, independientemente de que haya público presente o no.
Es en el silencio de nuestros corazones donde ocurren los cambios más profundos. Es en la quietud de nuestro corazón donde los sueños toman forma, cobran fuerza y se preparan para irrumpir con fuerza en nuestra realidad.
Los sueños son árboles con raíces profundas
Los sueños no son plantas que crecen a la sombra de los aplausos ajenos. Son árboles fuertes, cuyas raíces penetran profundamente en nuestro propio ser. No dependen de miradas curiosas, aplausos, admiración.
Dependen de nuestro propio cuidado, de nuestro compromiso, de nuestra fe inquebrantable en su poder y en nuestra capacidad para hacerlos realidad.
El acto de soñar es, ante todo, un acto de valentía. Coraje para permitirte imaginar un futuro diferente, coraje para atreverte a querer más, coraje para arriesgarte, coraje para actuar.
Soñar es explorar territorios
Soñar es explorar territorios desconocidos, construir castillos donde solo había arena, creer en lo imposible. Y para todo eso, no necesitamos una audiencia, nos necesitamos a nosotros mismos.
Entonces me di cuenta de que los sueños son viajes personales e intransferibles. Cada uno tiene su propio ritmo, su propia forma de soñar, su propia forma de convertir esos sueños en realidad.
No hay lugar para la comparación, no hay necesidad de aprobación, no hay razón para competir. Lo que importa es el viaje, es el crecimiento, es la transformación que tiene lugar dentro de nosotros a medida que perseguimos nuestros sueños.
El verdadero valor del sueño está en cada paso
Finalmente comprendí que el verdadero valor de un sueño no está en la conquista final, en llegar a la cima de la montaña. Está en cada paso dado, en cada obstáculo superado, en cada lección aprendida. El valor está en lo que nos convertimos a lo largo del viaje.
Así que si tienes sueños, no busques una audiencia. No esperes los aplausos. No busques la validación. Apenas soñe. Y, sobre todo, cree en ti mismo.
Cree en tu capacidad para hacer realidad esos sueños. No necesitas compartirlos y ni siquiera necesitas que alguien sueñe contigo. ¡Tus sueños solo necesitan que creas en ellos!