Cuando entro en otra reunión de negocios, un sentimiento familiar se asienta en mí. Una sombra que me persigue por los pasillos de la oficina, las salas de reuniones y hasta en casa, persiguiéndome hasta en mis momentos más íntimos de reflexión. Este es el Síndrome del Impostor, con el que peleó una batalla diaria para no dejar que me consumiera.
Para aquellos que no están familiarizados, el síndrome del impostor es una condición psicológica en la que una persona siente que no está lo suficientemente calificada o capaz, independientemente de la evidencia de lo contrario.
Es como si, sin importar qué tan alto subas en la escalera del éxito, siempre hay una voz en el fondo de tu mente que susurra: “No perteneces aquí. No eres lo suficientemente bueno para esta tarea”.
La lucha diaria con el síndrome del impostor
El Síndrome del Impostor es como un ladrón en la noche, robándote la satisfacción y el placer del éxito. Incluso cuando logras algo grande, siempre existe esta duda persistente, cuestionando tu habilidad, disminuyendo tus logros.
El triunfo se convierte en polvo, y lo único que queda es la sensación sofocante de ser un engañador. Pero, ¿cómo lidiar con esta voz incesante? ¿Cómo silenciar la sombra de la duda que parece estar siempre al acecho?
Lo primero que hice fue admitir que tenía un problema. Durante mucho tiempo, ignoré la voz en mi cabeza, alejándola y diciéndome a mí misma que estaba siendo paranoica.
Pero la verdad es que el primer paso para superar cualquier problema es admitirlo. Así que reconocí que esta voz era parte del Síndrome del Impostor y que necesitaba lidiar con eso.
Construyendo confianza en uno mismo
A continuación, comencé a trabajar en la construcción de mi confianza en mí mismo. No sucedió de la noche a la mañana y, en muchos sentidos, sigue siendo un proceso continuo.
Hice un esfuerzo por reconocer mis logros, por pequeños que parecieran. En lugar de concentrarme en lo que no había hecho o en lo que podría haber hecho mejor, comencé a prestar atención a lo que había logrado.
También encontré el apoyo de mentores que creyeron en mí. Me ayudaron a ver mi valía ya comprender que no era una impostora. Con el tiempo, aprendí a confiar en sus palabras de aliento ya verme a través de sus ojos.
Cuidado con el perfeccionismo
El síndrome del impostor suele ir acompañado de una voz interior cruel y exigente. Tuve que aprender a ser más amable conmigo misma, permitirme cometer errores y aceptar que no soy perfecta. Nadie es. Y todo está bien.
El síndrome del impostor no es algo que simplemente se supera y se deja atrás. Es una batalla constante, pero vale la pena luchar.
Es un viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal, en el que se necesita aceptación y comprensión. No significa, por lo tanto, que nunca más vuelvas a dudar de ti mismo. No, eso sería poco realista.
Todos tenemos momentos de duda cuando cuestionamos nuestro valor y capacidad. Pero lo que importa es cómo lidiamos con estas dudas.
El síndrome del impostor no puede definirte
Entonces, no dejes que este síndrome te defina. No dejes que la sombra de la duda ensombrezca tus logros. Reconoce tu voz, pero no dejes que se apodere de la narrativa de tu vida. Recuerda tus éxitos, por pequeños que sean. Celébralos.
Crea en usted mismo. Por más cliché que suene, esta es la verdad. Tu eres capaz. Tu eres digno. E incluso si esa voz interior intenta convencerte de lo contrario, recuerda: no eres un impostor. Eres más que tus inseguridades.
Y, sobre todo, perteneces al escenario de la vida en el que estás jugando, sin importar lo que tu voz interior te susurre al oído.