Renunciar o persistir: ¿qué camino eliges?

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En estos días estaba en mi habitación frente a mi querido y desafiante rompecabezas de 5000 piezas. Llevaba un tiempo inmerso en esta tarea, obsesionado con completar un cuadro de un pintoresco paisaje toscano.

Sentada en el piso, con la espalda doblada por la incomodidad y las piezas desparramadas en un caos organizado, pensé: Basta, no voy a perder más tiempo en esto. Fue entonces cuando me vino una pregunta a la cabeza:

¿Renunciar o persistir?

Ah, quién nunca se ha enfrentado a un desafío así, ¿verdad? Ya sea un rompecabezas, un proyecto de trabajo, un nuevo idioma o incluso una relación.

Hay momentos en que la duda se cuela en nuestra mente, proyectando la sombra del abandono de nuestras intenciones más decididas. En mi caso, el rompecabezas se convirtió en un recordatorio de esos momentos de indecisión.

En cada pieza que no encajaba, me veía enfrentando la bifurcación entre rendirse y perseverar. Podía empujar las piezas de vuelta a la caja y volver a mi tranquila rutina, pero algo me detuvo.

Tal vez fue la imagen inacabada de un viñedo bajo el sol dorado, o el miedo al arrepentimiento. ¿Quien sabe? Renunciar es fácil. Es cómodo.

Es como la dulce voz de la pereza que nos llama a una cama calentita en una mañana fría. “¿Por qué molestarse?”, dice ella, “¿Por qué esforzarse tanto?”

Rendirse y sentirse como un fracaso

Sin embargo, rendirse trae consigo un compañero no deseado: el sentimiento de fracaso. Y créeme, esa sensación es más fría que cualquier mañana de invierno.

Por otro lado, persistir es una tarea desafiante. Requiere fuerza de voluntad, determinación y una pizca de terquedad. Persistir es insistir aun cuando todas las piezas parecen estar en tu contra.

Pero la persistencia también tiene su premio, su recompensa. Es como un plato delicioso que se saborea después de horas de preparación en la cocina.

Entonces allí estaba yo, rodeado por un mar de piezas de rompecabezas, pensando: ¿rendirme o persistir? Una voz en mí sugirió tirarlo todo y volver a ver mi serie de televisión favorita.

Sin embargo, otra voz más firme me instó a continuar, a no rendirme, a enfrentar el desafío hasta el final. ¿Y sabes lo que hice? Yo continué.

La recompensa de la persistencia

Aparté la voz de retirada y volví a sumergirme en el caos organizado de las piezas. Porque, después de todo, la vida es un rompecabezas, y si empiezo a renunciar a las pequeñas cosas, ¿quién sabe dónde terminará?

Al final terminé mi rompecabezas. Ver el cuadro completo me dio una satisfacción indescriptible, una sensación de victoria. No fue fácil, hubo momentos de frustración y desesperación, pero valió la pena persistir.

Por eso, cuando me preguntan: “Renunciar o persistir: ¿qué camino eliges?”, respondo sin dudar: “Persistir”. Porque incluso si me caigo, tropiezo o fallo, sé que lo intenté.

Y, a veces, la belleza no está en el paisaje completo, sino en las piezas que vamos juntando a lo largo del camino, construyendo así nuestro camino. ¿Estás de acuerdo?

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