¿Qué he aprendido en estos casi 15 años en Irlanda?

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Cuando aterricé en Irlanda, hace casi 15 años, lo que inmediatamente me cautivó fue la cálida bienvenida de los irlandeses y el paisaje verde que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Allí tuve la clara impresión de que había llegado para quedarme.

La “Isla Esmeralda” me recibió con su atmósfera amigable y sus impresionantes paisajes. Las primeras impresiones de Dublín, con sus animadas calles y su arquitectura histórica, prometían una aventura encantadora.

Comprender el estilo de vida irlandés

En los primeros años, la adaptación fue un desafío fascinante. La cocina, con sus platos contundentes como el “estofado irlandés” y las celebraciones culturales, como el famoso Día de San Patricio, no se parecía a nada que hubiera experimentado.

Rápidamente aprendí que los irlandeses valoran la buena conversación y aprecian profundamente su música y sus tradiciones. Las sesiones de Ceol en pubs locales, donde los músicos se reúnen para tocar, se convirtieron en eventos que esperaba con ansias.

Navegando en aguas extranjeras

Vivir en un país extranjero inevitablemente trajo desafíos. El tiempo, a menudo nublado y lluvioso, contrastaba marcadamente con el de Brasil. Se cantaba en inglés con un acento y una jerga que me llevó un tiempo entender por completo.

Sin embargo, estos obstáculos terminaron convirtiéndose en oportunidades disfrazadas, donde aprendí la resiliencia y el arte de adaptarme y aceptar cosas nuevas.

Formar vínculos en el extranjero

Con el paso de los años, las amistades que he formado aquí se han convertido en un pilar esencial de mi experiencia. Irlanda es un mosaico de personas de todas partes del mundo.

Conectarme con personas de diferentes culturas y orígenes ha enriquecido enormemente mi perspectiva de la vida. Aprendí que aunque nuestros orígenes pueden ser diferentes, la búsqueda de comprensión y conexión es universal.

Crecimiento y oportunidades

En el ámbito profesional fue donde más crecí, ya que Irlanda demostró ser un terreno fértil para el crecimiento y el aprendizaje.

El ambiente de trabajo, que fomenta la innovación y valora el enfoque colaborativo, me permitió ampliar mis horizontes y adquirir una valiosa experiencia internacional. De hecho, con el tiempo me convertí en emprendedor en el país.

Fue aquí donde aprendí que la pasión y el compromiso pueden abrir puertas y que siempre hay lugar para contribuciones innovadoras.

Redescubriendo el verde

El paisaje irlandés es un capítulo en sí mismo. Los espectaculares acantilados de Moher, las interminables praderas y la salvaje costa atlántica me inculcaron un nuevo aprecio por la naturaleza.

Aprendí que hay una paz inherente al perderse (metafóricamente) en un sendero o sentarse al borde de un acantilado, escuchando el rugido del océano debajo.

El hogar es donde el corazón encuentra la paz

Mirando retrospectivamente estos casi 15 años, veo que Irlanda me enseñó mucho más de lo que podría haber imaginado. Aprendí sobre la resiliencia, la amistad y la belleza de sumergirse en una nueva cultura.

La Isla Esmeralda, con sus cielos grises, campos verdes y corazones cálidos, se convirtió en mi hogar. De hecho, descubrí que el hogar no es necesariamente un lugar, sino donde tu corazón encuentra paz y aceptación.

Irlanda me aceptó, me formó y, sobre todo, me enseñó que siempre hay belleza en explorar lo desconocido.

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